Remo en Uruguay: la noble tradición de un deporte

11 noviembre 2023

Temprano en la mañana ya se los puede ver. Casi perdidos en la magnitud del paisaje de ríos, lagunas e incluso la bahía de Montevideo, van peinando las olas con sus remos. Cada palada es un metro más rumbo al sueño de alguna medalla internacional o simplemente hacia el ideal de una salud más completa. En los cultores del remo en Uruguay están unidos la fascinación por la navegación, la suma de triunfos históricos y las bondades de una actividad física completa.

 

Si bien este deporte permanece ajeno a las ruidosas manifestaciones del fútbol o el básquet, los uruguayos también sienten el remo como algo suyo, como cuando todos estuvieron pendientes de los jóvenes Bruno Cetraro y Felipe Klüver del otro lado del mundo, la expresión más reciente de una noble tradición.

Vinculado al agua desde siempre para sobrevivir, el ser humano alcanzó una de sus primeros triunfos cuando se aventuró lejos de las orillas gracias a algún tipo de embarcación. Y casi tan pronto como aprendió a navegar comenzó a competir con sus botes. Registros de hace 6.000 años hablan de carreras en el río Nilo con el fin de formar parte de la comitiva funeraria del faraón. Cada pueblo costero desarrolló sus motivaciones y variantes; en España, por ejemplo, la actividad se difundió entre los pescadores que pretendían regresar antes que sus colegas al puerto para ofrecer la mercadería al mejor precio.

Desde entonces la tecnología fue evolucionando y los desafíos adquirieron reglas, pero lo esencial se mantuvo: la fuerza de los brazos y el espíritu para vencer a los rivales y a la vez superar la resistencia del agua y el viento.  Resultó natural que cuando la Gran Bretaña de la Revolución Industrial dio forma a los deportes modernos, uno de los primeros en alcanzar popularidad y normas fuera el remo. La regata que enfrenta a las universidades de Oxford y Cambridge se corrió por primera vez en 1829: ya el primer día atrajo a multitudes a las márgenes del río Támesis y hoy, con la televisión, representa la competencia amateur más vista en el mundo.

 

Vida, costumbres y deportes de los británicos se extendieron por el planeta de la larga mano del Imperio. No por casualidad la vieja canción patriótica Rule Britannia afirma que ellos gobiernan las olas. También en el rincón sur del Atlántico llamado Uruguay, el remo y otras especialidades, sobre todo el fútbol, bajaron de sus barcos.

Trasplantaban la vida diaria de las islas brumosas a estas tierras soleadas, desde la educación al esparcimiento, todo en instituciones cerradas al extranjero, aunque la tradición era nombrarlas como la ciudad que los alojaba. El 18 de julio de 1861 fundaron el Montevideo Cricket para practicar inicialmente ese ceremonioso y complicado deporte. Y el 8 de mayo de 1874 surgió el Montevideo Rowing al borde de la bahía. Alrededor de estos dos clubes y de su rivalidad nació el deporte uruguayo.

El efecto fue doble: los criollos pudieron descubrir que esas actividades eran interesantes, estimulantes, divertidas, pero como su práctica estaba limitada a los socios, rigurosamente de origen británico, se vieron obligados a formar sus propios clubes. Así, el 13 de mayo de 1888 nació el Club Nacional de Regatas, que representó una tendencia ya desde su denominación y fue ejemplo en otros deportes.

Este proceso fue simultáneo al redescubrimiento de la frontera marítima por parte de los montevideanos, que hasta fines del siglo XIX solo miraban el Río de la Plata para saber si llegaba algún barco. La propia ciudad le daba su espalda a la costa, considerada un ámbito demasiado caluroso o ventoso según la estación. Hasta que la moda de las playas dio vuelta la cara de Montevideo y se extendió rumbo al este en el sueño de la casita de la playa.

En estos 150 años el remo no alcanzó en este país la pasión masiva del fútbol, pero echó raíces muy profundas, que sostienen la actividad hasta el presente y permitió proezas como la presencia de  Cetraro y Klüver en la final olímpica del doble par ligero en Tokio 2020. Ellos son los últimos exponentes, hasta ahora, de una saga que le dio al deporte uruguayo cuatro medallas de las diez logradas en la historia de los Juegos Olímpicos, a través de 17 participaciones (más que cualquier otra especialidad), además de numerosos títulos sudamericanos y panamericanos.

El espíritu intrépido de la actividad impulsó a Guillermo Douglas, que se fue solo a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1932 y se trajo la medalla de bronce en la especialidad single scull, la primera de todo el remo latinoamericano. Continuó con la plata alcanzada por Eduardo G. Risso, también en single scull, en Londres 1948. En esos mismos Juegos, Juan Antonio Rodríguez y William Jones lograron la presea de bronce en doble scull. Finalmente, el propio Rodríguez, junto a Miguel Seijas, alcanzaron el bronce en el doble scull de Helsinki 1952

Existen ahora en el país 15 clubes dedicados al remo, alojados allí donde la cercana presencia del agua permite competir. Se destaca la sólida implantación en el Litoral. En la capital están siempre el Montevideo Rowing y el Club Nacional de Regatas, a los que se suman el Club Alemán de Remo y el Club de Remo Oriental. En Canelones, el Country El Pinar y el Club Deportivo Logos. Y se suman el Colonia Rowing y el Carmelo Rowing en el departamento de Colonia; el Club de Pescadores Paysandú y el Remeros Paysandú en aquella ciudad; el Remeros Fray Bentos y el Liebig’s Rowing Club de Río Negro, el Remeros Mercedes en Soriano, más el Remeros Salto y el Salto Rowing en ese departamento. La Federación Uruguaya de Remo nació en 1922.

 

Hubo algo más que impulsó los brazos de los remeros hasta afirmarlo como deporte y sumar hazañas. La competencia es la sublimación del esfuerzo, a veces solitario, otras veces en equipo, pero existe plenitud en el movimiento completo para cada remada. Su práctica desarrolla el cuerpo en armonía: brazos, pecho, espalda, piernas. Cuando se compite, todos los sentidos están puestos en el objetivo de la meta. Cuando se entrena, sin esa urgencia, el remero se encuentra en armonía ante la naturaleza. Deportista y bote parecen pequeños ante la magnitud del río, el lago o la bahía, pero el esfuerzo y la técnica los hacen avanzar dejando su estela.

Seguramente, muchos de los hombres y las mujeres que hoy trepan a un bote sueñan con recrear los logros de Douglas, Cetraro y Klüver, pero también buscan practicar uno de los deportes más completos, que ejercita todo el cuerpo, mejora la coordinación de los miembros, reduce el estrés mientras se establece contacto con una naturaleza que exige pero también acompaña. Navegar es necesario, como dice la máxima tan antigua como el remo.

 

Escrito por:
Luis Prats