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Pasión por lo raro

30 septiembre 2021

Linardi y Risso: de Uruguay al mundo

Sobre la calle Juan Carlos Gómez, en la antigua casa donde vivió en 1738 el primer vicario de la ciudad, Nicolás Barrales, funciona desde hace años la legendaria librería Linardi y Risso. Una construcción que ha sido reciclada, con hierro, ladrillo a la vista y porcelanato; paredes de piso a techo plenas de libros y una iluminación cálida que invita a curiosear entre los antiguos ejemplares que reposan sobre los anaqueles.

 

Es ésta la segunda morada sobre esta misma calle de la librería que en 1944 dirigían Adolfo Linardi y Rafael Quartino. La primera de las tres sedes ostentaba el nombre de Galería de Salamanca y estaba ubicada en Bartolomé Mitre y Policía Vieja. En esos primeros tiempos fue muy auspicioso el hecho de compartir el espacio con el Taller Torres García, ubicado en el subsuelo. La librería compartía diversas actividades con el Taller: conferencias, muestras de arte, presentaciones de libros.

 

Los grandes nombres de la cultura de entonces circulaban por allí. Eran asiduos los artistas, los integrantes de la generación del 45, diplomáticos, historiadores y otros protagonistas de la cultura con cuya presencia se fue cimentando el prestigio. Tiempo después la librería cambiaría su denominación por la de Adolfo Linardi. Fue en 1952 que se incorporó a la misma Juan Ignacio (Polo) Risso. En 1983, debido a la misión diplomática de Linardi en Praga, quedó Risso a cargo de la misma, y se volvió a cambiar el nombre, esta vez por el de Linardi y Risso. La evolución de este emprendimiento se describe con lujo de detalles en el libro Historia de librería Linardi y Risso, publicado en el año 2004 en ocasión del 60 aniversario.

 

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Librería Linardi y Risso

 

Hoy, que se acerca a cumplir sus 75 años, la librería es comandada por los hijos de quienes le dieron nombre: Andrés Linardi y Álvaro Risso, dos hombres que se acercaron de muy jóvenes al negocio familiar sin ser demasiado lectores. Sus propios padres habían empezado a temprana edad en el rubro, con poco más de veinte años, y ellos se vincularon a una edad similar, luego de viajar e intentar estudiar en una universidad que cerraría por la dictadura. Las familias, cuentan ellos, definieron que hubiera un integrante de cada rama, siempre y cuando se lo tomaran en serio. Se dieron cuenta que podían ser la generación de renovación y no se equivocaron. “Esto tiene mucho de vocación”, comenta Andrés Linardi, mientras se acomoda frente a una pequeña mesa ubicada en la parte de atrás de la librería. “Nosotros empezamos muy jóvenes, casi sin darnos cuenta, y con el tiempo fuimos generando un conocimiento, una pasión y una vocación que no la cambiás por nada”. Álvaro Risso concuerda: “Nos gustaba lo que estábamos haciendo y lo que estábamos descubriendo. En mi caso yo no era muy lector. De niño no leía nada. Luego empecé a leer de a poco, y ahora soy adicto”.

 

Cuando se incorporaron a la librería se estaban viviendo los últimos años del coleccionismo y del auge de la lectura. Eran los años 80 y comenzaban a desaparecer los grandes clientes de las décadas anteriores.“Algunas personas muy mayores que conocimos eran amantes de los libros, realmente coleccionistas, pero ahora no hay más”, continúa Linardi. “Hay gente que compra cuadros porque tiene que llenar las paredes, pero la gente no compra libros para eso. El coleccionismo del libro es erudito. Sabe lo que quiere, cómo lo quiere. Tiene que estar en perfectas condiciones, sabe cuándo es una primera edición, no existe la compra casual”.

 

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Interior, Linardi y Risso

 

Muy cerca de donde estamos ubicados hay varias pilas de libros. Forman parte de una biblioteca que acaban de adquirir. Fue vendida por descendientes de uno de esos coleccionistas de antaño, cuyo nombre prefieren guardar en el anonimato. Este coleccionista tenía una casa muy grande, con muchas habitaciones, que fue llenando de bibliotecas apenas sus hijos iban dejando la familia para casarse. Andrés Linardi, quien es el encargado de ir a los domicilios particulares, siente que revisar una biblioteca es un momento emocionante: “Estuve cuatro o cinco días para hacer la selección. Era una de las últimas grandes bibliotecas. No era un gran coleccionista, no tenía ciertas cosas, pero igual tenía libros buenos. Algunos de consulta, más de cultura general. Encontramos libros de Roberto de las Carreras, de Alfredo Mario Ferreiro, textos de Lussich, primeras y segundas ediciones de Naufragios célebres. No apareció Salmo a Venus Cavalieri que me hubiera encantado. Nosotros visitamos las casas y hacemos una selección. Antiguamente se compraba todo. Ahora no. Llegó un momento que el espacio no dio para más. Hay mucho material que ya tenemos. No vamos a comprar un cuarto o quinto ejemplar de un libro”.

 

Linardi y Risso ha tenido entre sus manos grandes colecciones del pasado como la de Ariosto González, Felipe Ferreiro, el ex presidente Alfredo Baldomir, el poeta Enrique Lentini, el musicólogo Francisco Curt Lange, historiadores como Raúl Montero Bustamante, José María Fernández Saldaña, Telmo Manacorda, Joaquín de Salterain, algunas bibliotecas de artistas vinculados al Taller Torres García. La mayoría de las grandes colecciones han pasado por allí.“Recuerdo una de las primeras bibliotecas que compré con mi padre, una biblioteca en francés”, prosigue Linardi. “Libros del siglo XVIII y para atrás. Justo era 1989. Hacía 200 años de la Revolución Francesa y mi padre tuvo la idea de comprarla y hacer un catálogo especial sobre el bicentenario que era un festejo en todas partes. Y funcionó muy bien, se vendió mucho en el exterior”.

 

Pasan los años y la librería sigue apostando a lo que la distingue: la especialización en el libro nacional, latinoamericano, fundamentalmente antiguo. Apunta a tener el material que otros no tienen. Sus responsables buscan libros anteriores a 1950. No en vano el 95% de lo que ofrecen son libros antiguos. “Se trata de tener una librería que no se parezca a las otras”, explica Risso. “Nuestros padres se encargaron de enfatizar la necesidad de tener cosas que los demás no tienen, cosas raras. Ya es raro disponer de todo el material uruguayo. De Uruguay, acá tenemos todo. Si a eso le sumas libros antiguos, primeras ediciones de Juan Carlos Onetti, de Armonía Sommers, de Horacio Quiroga, de Ángel Rama, revistas extrañas, libros sobre los pintores uruguayos… Eso te convierte en algo distinto”.

 

“En las cosas raras tratamos de tener lo mayor posible de lo que se encuentra en el país”, agrega Linardi. Acá encuentran materiales que no hay en otra parte del mundo. Desde Vargas Llosa al recién electo presidente de República Dominicana, llegan a nuestro local y se van totalmente asombrados de lo que encuentran. Eso requiere tener un stock muy importante. Y disponer del asesoramiento de dos personas que son libreros, no vendedores de libros. Es importante, ante cualquier tema que te planteen saber de qué están hablando y poder recomendar. Eso requiere una cultura general amplísima que tuvimos el privilegio de cultivar tanto Álvaro como yo por la época en que crecimos”.

 

¿Qué son los libros raros? Para que sea raro cuenta mucho la antigüedad, pero puede que no sea muy antiguo pero que esté agotado y mantenga un interés permanente como Universalismo constructivo de Joaquín Torres García, el Proyecto de Constitución de 1929, la Constitución del 30 o un libro como El pozo, de Onetti. Un libro raro puede tener grabados originales, buenas ilustraciones. Siempre se trata de primeras ediciones.

 

Luego están los incunables. En realidad, son piezas muy pero muy difíciles de encontrar. Son documentos históricos, reliquias. La definición de incunable expresa “que ha sido impreso antes del año 1500”. Se dice también que son aquellos libros impresos antes del día de Pascua de 1501, pues en esa época se hacía comenzar el año ese día. El término incunable hace referencia a esa primera época de los libros; estaban en su cuna, eran los primeros tiempos de la técnica moderna de hacer libros a través de la imprenta. Recordemos que fue a mediados del siglo XV que Johann Gutenberg imprimió su Biblia en latín con caracteres móviles fundidos.

 

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Joyas en Linardi y Risso

 

En Linardi y Risso han manejado incunables, y sus responsables se entristecen enormemente cuando esos libros se van. “A veces nos tocan piezas que no viste en tu vida, y que seguramente no vuelvas a ver, y te ponés a investigar, y te enterás de muchas cosas”, nos cuenta Linardi. “Te encontrás—como me sucedió recientemente — cosas publicadas en Buenos Aires sobre Paraguay, una autobiografía de Florencio Varela… La otra vez tuve un ejemplar del diario The Southern Star, el número dos de la revista, esto es casi un incunable, ¡la primera imprenta en Uruguay! Se creó durante las invasiones inglesas en 1806. Los ingleses trajeron su propia imprenta en el barco. La bajaron e imprimieron este periódico. Es la primera impresión hecha en Uruguay”.

 

Cuando entran rarezas se hacen catálogos que son enviados a los clientes, la mayoría de ellos en el exterior: instituciones, bibliotecas, coleccionistas. Para citar ejemplos: en España tienen un coleccionista de Mario Benedetti y Pablo Neruda; en Argentina, uno de poesía rioplatense; en Estados Unidos abastecen a un cliente que compra archivos y correspondencia. Es una institución en Austin que adquirió la correspondencia y los originales de Gabriel García Márquez, materiales mecanografiados y tachados que es lo que más se busca hoy día. Este tipo de instituciones de Estados Unidos y Europa empezaron con la temática latinoamericana alrededor de los años 50. Suelen tener un presupuesto ilimitado para comprar y en algunas décadas logran tener todo el backstage literario, todo lo que rodeó a la escritura de ciertos libros. A Linardi y Risso le piden más que nada archivos literarios. En Uruguay muchas veces sucede que los archivos de grandes escritores son guardados por la familia o donados a la Biblioteca Nacional como ocurrió recientemente con el archivo de José Pedro Díaz y Amanda Berenger. Si bien es algo sumamente atractivo para comercializar, el hijo de esta célebre pareja donó todo a la biblioteca estatal. Normalmente esos materiales se conservan en la institución y son digitalizados.

 

Linardi y Risso vende aproximadamente un 70% de sus libros al exterior. Se sabe, el libro está exonerado de impuestos y tiene libre circulación. Aparte del trabajo con los coleccionistas, la librería tiene un servicio de novedades para estos clientes de fuera de fronteras. Consiste en el envío de una selección de novedades de libros uruguayos de todo tipo de género. Los libros nuevos o antiguos que se venden al exterior tienen el foco puesto en América Latina.

 

Por otra parte, el patrimonio documental de esta antigua librería es muy importante. Desde el año 44 conservan un fichero/archivo de cada libro que ingresa. Durante décadas ese archivo se llevó en forma manual, hoy día se hace digitalmente. Celebridades de las letras como Pablo Neruda han tenido su ficha en la librería. También políticos que fueron grandes clientes como Jorge Batlle que poseía una gran biblioteca. En el año 60 los fundadores tuvieron la buenísima idea de inaugurar un cuaderno de visitantes. En esas páginas perfumadas por el paso del tiempo se aprecia una mezcla de caligrafías y dibujos que insospechadas personalidades dejaron impresas a su paso por allí. Un dibujo de Hermenegildo Sabat, las palabras de Ángel Rama, Mario Vargas Llosa, presidentes, Washington Reyes Abadie, Augusto Torres, entre tantos más que cultivaron un vínculo de confianza y camaradería con quienes le proveían de los más preciados libros. Eran tiempos en que se improvisaban tertulias, se daban el tiempo para tomar un café, para hablar de sus lecturas. La librería era un lugar de paso obligado para la mayoría de los estudiosos y bibliófilos de temas históricos y literarios latinoamericanos.

 

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Las palabras de Neruda

 

En los años de mayor efervescencia de América Latina Linardi y Risso llevó la cultura de Uruguay a los cinco continentes. Y es así como con la venta de archivos, primeras ediciones, y otros documentos, hoy se marca presencia en bibliotecas como la British Library, la Biblioteca Pública de Nueva York o de Boston, la Biblioteca del Congreso en Washington, en bibliotecas nacionales de Francia, México y España, en universidades como Harvard, Yale, Carolina, Stanford, New Mexico y otras de Europa, Japón e Israel.

 

Cada ciudad tiene sus librerías emblemáticas, cada cual con su perfil particular. La esplendorosa Lello e Irmao en Oporto, el Ateneo Grand Splendid en Buenos Aires o Shakespeare and Co. en París son de las primeras que vienen a la mente cuando pensamos en lugares con libros e historia. Indudablemente, Linardi y Risso ocupa ese lugar en Uruguay.

 

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Fachada de la librería Linardi y Risso

 

 

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Escrito por:
Malena Rodríguez
Malena Rodríguez