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Paisajes de río

24 septiembre 2021

El río Santa Lucía, tan ajeno a la vida de los montevideanos a pesar de su proximidad, tiene un enorme potencial para la navegación deportiva y para consolidar, en este sentido, una oferta turística alternativa.

Los argentinos –  sobre todo los habitantes de la ciudad de Buenos Aires – refieren siempre al término «río» para hablar del Plata. Los uruguayos, en cambio, le solemos llamar «mar», posiblemente por la ubicación relativa de Montevideo dentro del estuario, cuyo frente de agua parece tan ancho que impide imaginar un río.

 

El curso fluvial más próximo a la ciudad – el río Santa Lucía – es apenas, para nosotros, una directa referencia al agua potable, que bebemos cada día. Tiene, podríamos decir, un escaso peso dentro de nuestro imaginario ciudadano. Algunas fotografías del puente rotatorio que nos une con San José constituyen quizás el mayor anclaje de este río en nuestra memoria a efectos de imaginarlo como espacio fluvial.

 

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Puente sobre el Río Santa Lucia

 

La importancia del Santa Lucía ha ido decayendo como eje del desarrollo económico y social, sobre todo si pensamos en el rol de estructurador territorial  que supo tener hacia la segunda mitad del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX. Se trató, sin duda, de un eje de suma importancia en la salida de la producción agrícola e industrial de tres departamentos: Montevideo, San José y Canelones.

 

Esta dependencia operativa de la región sur del país con este río generó el surgimiento de variadas arquitecturas asociadas a emprendimientos productivos de valor significativo, que estuvieron acompañadas de infraestructura náutica, hoy prácticamente desmantelada. Sin embargo, estos restos del pasado, vinculados en muchos casos a la permanencia de actividades de producción, resultan ser, muchas veces, verdaderos jalones de interés patrimonial, con un real potencial de tipo turístico.

 

La importancia en términos culturales de estos restos y la pervivencia de lo agro-industrial para explicar la historia económica de la región es indudable. Su buena incorporación al entorno del río hace de muchos de estos bienes identificados – puentes, muelles y embarcaderos, pistas de regatas, cascos y galpones, esqueletos de viejas instalaciones industriales, etc. – componentes que agregan valor y carácter al paisaje fluvial.

 

Algunos hitos pueden apreciarse mejor desde la perspectiva que nos permite el propio río, como es el caso del establecimiento El Portazgo, que originalmente perteneciera a la familia Buxareo y que nos recuerda a las arquitecturas de ciertos cortijos andaluces, con sus torres-miradores elevadas y sus patios cargados de un aroma sevillano.

 

Más adelante, río arriba, es posible descubrir otras unidades productivas con cascos residenciales de alto valor que, observados desde el eje fluvial, se transforman en notas únicas donde la arquitectura parece enriquecer a la naturaleza. Un buen ejemplo de esto es el casco perteneciente a la familia Ferrés y que fuera construido por Duvimioso Terra, con una gran terraza balconeando al río. También cabe nombrar al parador Tajes y su embarcadero de gusto francés que, al igual que el ejemplo anterior, constituye una manifestación de un tiempo característico: las últimas décadas del siglo XIX.

 

Por otro lado el río Santa Lucía, tan ajeno a la vida de los montevideanos a pesar de su proximidad, tiene un enorme potencial para la navegación deportiva y para consolidar, en este sentido, una oferta turística alternativa. Se trata de un acceso al territorio rural de Montevideo desde un lugar insospechado, capaz de abrirnos nuevas puertas al paisaje.

 

El río Santa Lucía constituye, en fin, un sitio prometedor y apenas considerado en su real valor. Lo cierto es que es verdaderamente imposible pensar en el desarrollo y crecimiento del Montevideo rural sin reconocer el alto potencial del río Santa Lucía.

 

 

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Vista sobre el Santa Lucía

Escrito por:
William Rey Ashfield
William Rey Ashfield