
Más y mejor turismo cultural
16 febrero 2021
La columna de Paisaje Ciudad
La ciudad de Montevideo ha sido, hasta el inicio de la emergencia sanitaria en Marzo de 2020, el eje del turismo más productivo que tiene lugar en nuestro país: el turismo cultural.
Cuando el turismo cultural resulta de un proyecto inteligente y una organización planificada – fundados ambos en una economía bien distribuida, en la calificación y desarrollo de las capacidades humanas que entran en juego y en el manejo racional de los recursos territoriales y ambientales – se convierte en un factor de extrema importancia para el crecimiento integral de las naciones.
Es bajo el desarrollo de un turismo cultural de calidad que los bienes pueden no solo crecer y desarrollarse, sino también ser conservados y valorados. Apostar a este desarrollo es, sin duda, un camino de enorme importancia para la buena transformación de la ciudad y el territorio. Es imprescindible, por lo tanto, apostar a la inversión en el patrimonio cultural y en la formación de personas con conocimiento pleno en las más variadas áreas de la cultura.
En este contexto, Uruguay no es una excepción. Es hora de comprender que el turismo cultural es una fuente excepcional de desarrollo que, además, adquiere una relevancia aún mayor en el escenario de la pandemia. En los próximos años, precisamente, asistiremos a un turismo renovado, de recorridos y distancias cortas, donde ganarán protagonismo tanto las pequeñas comarcas como los espacios urbanos con fuerte caracterización, bien equipados en servicios y que no alteren su perfil patrimonial ni la identidad de su estructura de paisaje.
Alcanzarán el éxito aquellos sitios donde la pátina del tiempo y la calidad de las arquitecturas, movimientos, productos y actividades culturales ofrecidas al público logren diferir de lo común, de lo estándar, es decir: logren estar suficientemente caracterizados, de modo a distinguirse de lo que es fácil encontrar en cualquier otra parte del mundo.
Montevideo es un importantísimo poloturístico, no solo a nivel nacional sino también regional, que expone su diferencial en una buena conjunción entre la realidad física sus arquitecturas, sus calles arboladas, sus parques y sus 20 km de Rambla, a lo que se suma una interesante oferta de actividades y oferta cultural.
Sin embargo, estamos lejos de aprovechar completamente el verdadero potencial de nuestra capital.
¿Qué nos falta? Y, dentro de lo que nos falta: ¿cuáles deberían ser las prioridades? En primer lugar, es evidente que existe una imperiosa necesidad de calificar la oferta expositiva con muestras de alto nivel curatorial, capaces de congregar a artistas nacionales e internacionales. Es también imprescindible aumentar la propuesta en materia de espectáculos, incluir a la ciudad en las grandes giras de compañías y actores de jerarquía global. Asimismo, Montevideo demanda más festivales – de teatro, de cine, de música y danza, de gastronomía, etc. – a la altura de ciudades como Buenos Aires o San Pablo. Por último, sería fuertemente conveniente ampliar el espacio para encuentros académicos y científicos.
Esto es parte de lo que la política, departamental y nacional, está demandando en materia cultural para acompañar un posible crecimiento del turismo cultural. Es oportuno y justo reconocer, sin embargo, que existen actualmente en Montevideo algunos productos que han alcanzado un alto nivel: considérense, por ejemplo, iniciativas como La Noche de las Librerías, La Noche de los Museos, el Día del Patrimonio.
Resta, no obstante, mucho por hacer. Se trata de generar una oferta turística verdaderamente internacional y cosmopolita, y, para ello, un buen camino sería el de monitorear y hacer crecer, en calidad y cantidad, las iniciativas ya existentes (las cuales, de hecho, pueden llegar mucho más lejos aún).
Los fines están claros. Pero entonces surge la pregunta por los medios: ¿cómo hacerlo?
Una opción, absolutamente fundamental, es la de apostar a la conjunción entre lo público y lo privado mediante la promoción de incentivos a los trabajos que, de por sí, ya sobresalen, pero dando lugar prioritario también a las propuestas culturales más innovadoras, es decir, a aquellas que demuestran ser más eficientes en lo que toca a la socialización del patrimonio.
Pero ha para esto un desafío anterior y en cierto sentido más abstracto. Ese desafío consiste en repensar el lugar de la cultura en la sociedad y, más específicamente, en el vasto conjunto de las políticas públicas. Me refiero, en particular, al lugar que tiene – y que debería tener – la cultura en las políticas de turismo, a la relación coordinada entre los ministerios de cultura y turismo y entre los departamentos de ambas áreas en el interior de la Intendencia de Montevideo. Finalmente, me refiero al diálogo entre el gobierno nacional y los gobiernos departamentales de ambas áreas.
Esta último será, sin lugar a dudas, una de las variables más importantes a considerar en los tiempos venideros – tiempos de movilidad reducida, donde los circuitos locales y los eventos y espectáculos culturales adquirirán una relevancia cada vez mayor, no solo desde el punto de vista económico sino, también, y, quizás, sobre todo, desde el punto de vista del bienestar ciudadano.
La sección «La Columna» de nuestro Blog tiene como punto de partida
el espacio homónimo, a cargo de William Rey Ashfield, en el programa Paisaje Ciudad.
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