La Casa Carlos Ott & Cia.

03 agosto 2024

A principios del siglo XX, en la ciudad de Montevideo muchos negocios se concentraban en la calle 25 de Mayo. En ella se estableció una casa de pianos, que más que un simple comercio fue un lugar de encuentro y reposo para artistas y músicos que actuaban en el teatro Solís y seguían su gira a Buenos Aires.

Alemanes en Uruguay

El territorio de la Banda Oriental en el siglo XIX tuvo grandes afluentes de inmigrantes. Esto se puede observar en el drástico cambio demográfico: en 1880 tenía 450 mil habitantes y para 1900 pasó a tener un millón. Estas inmigraciones provenían de Europa, principalmente de Italia, Francia, España y, en menor medida, de Inglaterra y Alemania. La afluencia particular de alemanes y suizos tuvo dos focos de establecimiento claros: Montevideo y Colonia.

Mientras tanto, en Europa, se creó en 1871 la federación de los estados Alemanes y, una década después, comenzó un movimiento de colonización que se extendió hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial. El plan de colonización del gobierno alemán consistía en que técnicos se radicaran en diferentes países y sirvieran de puente con Alemania. Estos “embajadores” debían generar nuevos comercios en los lugares donde se establecían, aportando su maquinaria y facilitando un posible canal de suministro de materias primas para Alemania. El gobierno germano aspiraba de este modo propulsar su economía y la divulgación de su cultura.

109

C. Ott, Depósito de pianos. Afinaciones, Biblioteca Nacional del Uruguay, Aufnahmen: Handels & Geschäftshäuser Deutscher und Deutschredender in Montevideo.

Los europeos llenaron de emprendimientos el país, en especial los ingleses y alemanes, quienes hacia 1889 controlaban el 80% de los comercios. Por estos tiempos se ubica la llegada desde Baviera (Stuttgart) de Karl Ott. Arribó a Montevideo con 22 años contratado por una firma de pianos como reparador y afinador; comenzó luego a importar pianos y volvió a Alemania a casarse con la hija del dueño de la fábrica: Otto. En 1875, de nuevo en Montevideo, fundó la casa de pianos en la calle 25 de Mayo, que para ese entonces era el centro comercial de la Ciudad Vieja.

Karl tiene con Emmy una numerosa familia de cinco hijos, tres hombres y dos mujeres. El primero, Carlos Guillermo, decidió ir a la tierra de su abuelo y trabajar en la fábrica Carol Otto. Al tiempo, la fábrica cerró por motivos de fuerza mayor y Carlos Guillermo se vio obligado a volver a Montevideo. Por su parte, Adolfo y Carlos, los otros dos hijos de Karl, al morir su padre en 1916, decidieron hacerse cargo del negocio. Tiempo después, en la década de 1940, la casa cierra sus puertas y Carlos, unos años más tarde y ya sin empleo, muere. Sin embargo, Adolfo continuó ejerciendo su oficio de afinador.

A Karl le fue bien con su emprendimiento y pudo adquirir un terreno en Villa Colón. Construyeron con Emmy una casa que más tarde vendieron, pero se quedaron con una parte del predio, tres hectáreas sobre la calle que posteriormente llevaría su nombre castellanizado: Carlos Ott. Allí mismo, en 1892, construyeron una gran casa quinta, que incluía una huerta y un pequeño viñedo.

El piano como pieza de entretenimiento

Para comprender cómo era rentable traer un instrumento tan grande por barco y venderlo, hay que remontarse al origen del piano. El piano nació a fines del siglo XVII y se transformó un siglo después en un instrumento de uso generalizado en las clases altas, en cuyos hogares no podía faltar un pianoforte. Más que un mueble, a nivel doméstico tenía una función muy clara: musicalizar el hogar. Para ello, un miembro de la familia, generalmente la mujer, debía instruirse en la práctica del instrumento y asumir el rol de entretener con su música a familiares e invitados.

Por estos motivos, un instrumento de tales dimensiones cobra tanta presencia y relevancia en la sociedad culta de la época. Al menos hasta la aparición de la pianola, a fines del siglo XIX, que habilita la posibilidad de tener música de manera pasiva. Luego, la tecnología avanzó y en 1887 surgió el gramófono. Para ese entonces, tener piano o incluso aprender a tocarlo no eran ya elementos imprescindibles para tener música en casa.

En este contexto de fines de 1800, en una ciudad con tanta inmigración europea, Karl Ott fue ese puente entre ambos continentes mediante la importación de pianos, en primera instancia, de Alemania.

Álvarez Aguiar, C. (1920). En lo de Ott. Anales Revista Nacional, (51), 53. Hemeroteca del Museo Histórico Nacional, Museo Romántico, Casa de Antonio Montero.

Remanso de artistas

Karl se formó en Alemania, en la fábrica de pianos Carol Otto, establecida en Berlín. Al llegar a Uruguay, comenzó afinando pianos, actividad que le permitió generar ahorros, traer los primeros pianos y fundar así la Casa Carlos Ott & Cia. Al poco tiempo, dio un paso más al conseguir la representación del piano automático Ángelus, acompañando así los cambios e innovaciones a nivel musical en el mundo.

El dueño y fundador de la fábrica era el señor Carol Otto, un actor importante en la industria pianística alemana que colocó al piano alemán en el mercado mundial. Carol era el hijo de un constructor de instrumentos, Ferdinand, quien tenía una pequeña tienda de pianos. Luego de un tiempo como aprendiz de su padre, Carol fue a Berlín a trabajar en las importantes firmas Jaspe y Brese, hasta que en 1866 fundó su propia firma. Años antes, ya establecido en Berlín, nació su hija Emmy Otto, que se casaría con Karl Ott en 1888 en Helgoland, una remota isla en el Mar del Norte.

A pesar del estrecho vínculo con la fábrica de pianos Otto, Karl y sus sucesores incursionaron en la importación de otras marcas, como se puede ver en los afiches publicitarios de la casa en diversas publicaciones y revistas de la época. En los salones de Carlos Ott & Cia. se podía encontrar pianos Carol Otto, Schiedmayer, Ronisch, Grotrain-Steinweg y Gaveau.

Afiches

Afiches publicitarios de la Casa Ott.

En estos afiches se observa la imagen de un piano aparece la dirección de la casa. En la actualidad este padrón y su contiguo son ocupados por un edificio de gran tamaño, sede de un banco. Antes la fachada sobresalía por sus escaparates alusivos a la función que albergaba. La casa contaba con tres espacios de grandes proporciones que servían como depósito y de muestra para venta al público: un salón para los pianos y otros dos para la exposición y muestra de pianolas.

La Casa Ott no era únicamente un lugar comercial o de negocios, tenía relevancia por su aportación a la cultura. Sus amplios salones servían para audiciones musicales, a veces incluso conciertos y veladas entre artistas de la música de su tiempo, recibiendo y conectando con amateurs pero también con reconocidos músicos a nivel nacional e internacional. En esta casa llegó a tocar Felisberto Hernandez, el escritor y pianista.

Así fue como Karl Ott, y posteriormente sus hijos, tuvieron relaciones con muchos artistas internacionales, como José Iturbi –pianista español de una amplia trayectoria en Hollywood- o el reconocido Segovia, un guitarrista exiliado de España que vivió varios años en Montevideo. Se podrían nombrar más pero no hay un registro.

Es importante tener presente que, al comienzo, la música se transmitía no por medios automáticos, ni grabaciones, sino por partituras. En este sentido, la Casa Ott, de la mano de Karl y luego de sus hijos, tuvo un importante rol como editorial. De hecho, se encuentran registros de partituras para pianos en el archivo de Agadu.

A medida que el tiempo avanza, las importaciones de discos de pasta se volvieron imprescindibles. Una demanda del público que se transformó en la clave para sostener el negocio.

Entre la verdad y el miedo.

En 1939 se inició en Europa la Segunda Guerra Mundial, en el comienzo del conflicto EEUU promulgó en América un bloqueo comercial a cualquier negocio de inmigrantes descendientes de alguno de los países pertenecientes al Eje. Generó además una lista negra de alemanes radicados en América Latina que fueron perseguidos y enviados a campos de concentración en Estados Unidos.

Como Alemania manejaba con América Latina ciertos acuerdos comerciales más favorables que Estados Unidos, este último —bajo la excusa de la guerra y de garantizar la seguridad del continente— ordenó cerrar todos los comercios de origen alemán en todos los países americanos. Incluso en algunos casos se persiguió a sus dueños, nazis y no nazis. Esta medida, más que la seguridad del continente, aseguró la supremacía comercial del gigante Americano y la dependencia de América Latina respecto a éste.

La Casa Ott, dirigida en ese entonces por uruguayos hijos de inmigrantes alemanes, cerró sus puertas en 1939 dejando a sus familias sin sustento y con grandes deudas. Se había vendido mercadería en cuotas que no se cobraron debido al cierre, dejando a los dueños sin ingresos para pagar a los proveedores.

A. Ott, Depósito de pianos. Afinacione. Biblioteca Nacional del Uruguay, Aufnahmen: Handels & Geschäftshäuser Deutscher und Deutschredender in Montevideo.

El legado

La comunidad Alemana que se había establecido en Colonia y en Montevideo, como resultado de la política colonial alemana, era en su mayoría luterana. Al cumplir los cincuenta años de establecida la Congregación en la capital, la comunidad decidió erigir la primera Iglesia Luterana del país y contrató a un joven arquitecto Alemán: Karl Trambauer. Trambauer, con 29 años, proyectó el edificio de la iglesia y casa parroquial de la calle Blanes que se inauguró en 1910; en 2021 el conjunto arquitectónico fue declarado Monumento Histórico Nacional. Su gran órgano fue una donación de Ott.

Resulta increíble que la hoy impersonal sede de un banco, borra de nuestra ciudad y por tanto de nuestra memoria, los antiguos escaparates en los que se alojaba un pequeño negocio de pianos que sirvió de espacio de descanso de artistas, amateurs y profesionales de la música que visitaban Montevideo.

La casa de pianos Carlos Ott fue a fines del siglo XIX y principios del siglo XX un lugar de encuentro, una casa de música que se mantiene viva a través de los pianos identificados con su sello de importación, pero sobre todo por su gran legado: el órgano de la firma Walcker en la Iglesia de la calle Blanes. Este órgano fue recientemente restaurado, gracias a la colaboración del reconocido arquitecto Carlos Ott — bisnieto de Karl—, y hoy funciona a la perfección en una iglesia que con su gran acústica abre sus puertas al público general a conciertos.

 

Escrito por:
Sofía Rossi
Sofía Rossi