
Juan Manuel Besnes e Irigoyen: calígrafo y acuarelista
30 septiembre 2021
Un joven vasco llegó a Montevideo en 1809 con 20 años y el nombré de Juan Besné. Se convirtió en “el primer pintor uruguayo”, pero bajo otro nombre y habiendo dejado órdenes de que sus cenizas fueran esparcidas en su madre patria.
Sus imágenes permiten leer una parte del siglo XIX y continúan un legado que se creía perdido.
Partió de su ciudad natal, la capital de Guipúzcoa, San Sebastián, huyendo de las condiciones que el ejército napoleónico estableció al quedarse en territorio español cuando volvía de Portugal. Su destino era Puerto Cabello, en Venezuela, pero su barco fue interceptado por un buque inglés y enviado a Cádiz; un año después se embarcó hacia Montevideo. Llegó a un pueblo que apenas tomaba conciencia de sí y se quedó hasta su muerte, se convirtió en un prominente ciudadano mientras la joven nación aún se desgranaba en luchas intestinas. Una vez en la Banda Oriental decidió cambiar su apellido original Besné, de origen francés, por temor a represalias de los españoles, y le agregó su apellido materno.
A través de sus ilustraciones se puede conocer cómo se veían las pocas cuadras de ciudad, algunos poblados y villas, escenas costumbristas, tradiciones culturales públicas y privadas, episodios históricos. Fue un artista clave en los albores del arte nacional por la variedad de técnicas que manejó y temas que trató, incluso llegó a representar al país en la Exposición de París de 1867. La dificultad para encasillarlo en un estilo o corriente, sumado a algunas obras aisladas que se despegan de su producción habitual, hacen de Besnes e Irigoyen un autor prolífico e intrigante.

Día 23 de Marzo de 1839. Entrada de la Comisión a Villa Durazno. Acuarela
Hasta la mitad de la década de 1820 se dedicó a la docencia, actividad siempre presente a lo largo de su vida, y trabajó en diversos ámbitos de la administración pública. Fue parte de la Escuela de la Sociedad Lancasteriana, creada por Dámaso A. Larrañaga en 1821, luego ocupó el cargo de director en una escuela de la Hermandad de San José y la Caridad, y más tarde lo fue en la Escuela Normal del Estado, además de ser miembro del Instituto de Instrucción Pública. También realizó cartillas en las que se enseñaba caligrafía a los alumnos donde pudo transmitir su destreza con la pluma.
Como topógrafo oficial, y gracias a una cercana relación que construyó con el presidente Fructuoso Rivera, pasó de delineador a vocal y luego a presidente de la Comisión Topográfica. El ahora Besnes e Irigoyen dibujó el plano de Montevideo de José María Reyes en 1829 y luego el del italiano Carlos Zucchi con las modificaciones que implementaría diez años después.
Besnes realizaría varias acuarelas de la ciudad, el puerto y sus muelles, como “Vista del oeste de la ciudad de Montevideo”, “Vista de los muelles de Parry y Gowland” y “Barraca y muelles del Sr. Lafone”, en las que es posible apreciar cómo se iba construyendo el horizonte montevideano.
En su «Álbum de viaje a la Villa del Durazno» de 1839, adonde viajó acompañando a un destacamento de caballería, realiza vistas de ciudades, poblados y villas, y pinta en una misma hoja los cuatro lados de cada plaza. En el camino encuentra pulperías y pequeños asentamientos de unas pocas viviendas en los cuales también dibuja la planta de la construcción y realiza un comentario al respecto de los habitantes y sus costumbres.
Para realizar muchas de estas impresiones y escenas panorámicas Besnes se apoyaba en, lo que él denominó, una «Máquina de sacar vistas» realizada por él mismo y de la cual dejó anotaciones en sus álbumes y cuadernos. Besnes e Irigoyen también conoció y utilizó una cámara obscura, de similar utilidad para los pintores que su propio invento.

Vista de la población de Horoná, 1839. Acuarela.
En 1774 Mateo Vidal y Felipe Ortega y Esquivel fundaron la Hermandad de San José y la Caridad en Montevideo, 12 años después levantaron un hospital, hoy conocido como el Hospital Maciel. La hermandad fue disuelta en 1815 tras continuas persecuciones de caudillos artiguistas y retomó actividades en 1821, para al año siguiente crear la Imprenta de la Caridad, el establecimiento tipográfico más importante de Montevideo.
Al día siguiente del patrono de San José, el 24 de Abril de 1825 se puso la piedra fundamental del nuevo hospital, según escribe Besnes en una acuarela que registra la ceremonia inaugural. En la escena se pueden ver los asistentes con sus galeras, banderines que se agitan al viento, nueve estatuas que representan a pobres y enfermos, y, en el centro de la imagen, un estandarte coronado por la imagen del Sagrado Corazón.
Es en este tipo de imágenes en las que Besnes e Irigoyen oficia como una suerte de reportero gráfico, al realizar una reproducción verosímil de los hechos en la que predomina la función comunicativa por sobre la expresiva y los datos que acompañan la imagen aportan un contexto imprescindible para comprenderla.
La construcción del nuevo hospital fue un acontecimiento para la sociedad de la época y para cada avance de la obra se realizaron ceremonias e imprimieron sonetos dedicados a sus miembros. Para esta ocasión el vasco Besnes e Irigoyen, realizó además dos diplomas conmemorativos a la pertenencia a la Hermandad en nombre de su esposa, Juana Josefa Zamudio, y a la de él mismo. Esta es una buena muestra de la variedad de estilos e intereses que manejaba, un mismo hecho representado desde lo descriptivo y desde lo alegórico, que también deja en evidencia su formación culta y un gran manejo de la técnica caligráfica.
En el diploma realizado para su esposa, al igual que en otros trabajos, retoma la tradición de la emblemática del siglo XVII pero bajo un nuevo tiempo y formas de comunicación. La emblemática es la conjunción de dos medios de expresión, la imagen y la palabra, como resultado de una búsqueda en la comunicación de conceptos y valores morales que los humanistas del renacimiento encontraron como equivalentes a los jeroglíficos egipcios.
En el centro de la parte superior se encuentra el Sagrado Corazón, el símbolo de la Hermandad, el corazón con la cruz en la parte superior. Se encuentra rodeado por puttis o amorcillos suspendidos entre nubes; hacia ambos lados estas figuras sostienen dos óvalos con breves frases entorno a la temática del amor y del bien.
En el centro de la imagen se despliega el texto epigramático, ya no alegórico a incitar la reflexión sobre la imagen o cuerpo del emblema, sino con una función informativa propia de un documento legal, realizado en varios tipos de caligrafía, alusivo a J.J. Zamudio y su relación con la Hermandad. A los lados, entre columnas y ornamentos se reconocen las figuras de las tres virtudes teologales representadas alegóricamente con atributos que las identifican- la Caridad, la Esperanza y la Fe -, a las que se le suma otra que se ha afirmado que representa el Sacrificio.
Debajo y a cada lado, hay dos escenas, una de un naufragio y otra de un fusilamiento; la principal tarea inicial de la Hermandad fue dar sepultura católica a náufragos y ejecutados. La otra tarea que la definía era la de brindar ayuda a los carenciados, por eso en la sección central de la parte inferior un grupo de mendigos y personas carenciadas, ancianos y niños, se dirigen suplicantes hacia una figura femenina como alegoría de la ciudad de Montevideo. Es posible identificarla al encontrarse sosteniendo el escudo de la ciudad y portando bajo el brazo una cornucopia, símbolo de la abundancia, a manera de generosidad hacia ellos. Sobre la base de la imagen, en una suerte de zócalo se leen tres palabras que guían como un mote la interpretación de la imagen y completan una reformulación de las virtudes cardinales: Humanidad, Prudencia, Justicia.
En esta unión entre comunicación y expresión personal, la sociedad montevideana del siglo XIX encontró, al engalanar un texto, una forma de manifestar respeto y aprecio, al mismo tiempo que status social y educación. Era usual que un acuerdo comercial o diplomático le fuera solicitado a un calígrafo con maestría y fuera realizado en hojas de calidad.
“A la heroica muerte del bravo Coronel don Bernabé Rivera”, es una representación de un suceso histórico que conmovió a la sociedad de la época y pone de manifiesto la lucha entre el paradigma de civilización y barbarie. La obra está dedicada y le fue obsequiada a su hermano, el presidente Fructuoso Rivera. Estuvo expuesta con el fin de informar a la sociedad sobre el suceso, de instruir a través de imágenes acompañadas de texto, en un formato que favorece la comprensión en sociedades predominantemente ágrafas.
Besnes e Irigoyen, inspirado en el epicedio (poema en homenaje a un muerto heroico) de Francisco Acuña de Figueroa, realizó un dibujo caligráfico de un arco triunfal escoltado por dos soldados, decorado en la parte superior por emblemas militares y lámparas funerarias, del que se sostienen telares o medallones que funcionan como cartelas, sobre las que se lee el epicedio. Tanto las palabras como la imagen se enfocan en la descripción de los hechos, en una secuencia narrativa de los sucesos en la que cada cartela está numerada, señalando así el modo de lectura correcta.
La litografía realizada por Besnes e Irigoyen y su hijo adoptivo Ramón puede enmarcarse dentro de un nuevo tipo de adaptación de la emblemática, más cerca de lo narrativo y descriptivo. La imagen del General Rivera aceptando un mate de un campesino junto a su familia, junto al texto en formato de diálogo debajo de la imagen que expone un intercambio entre los interlocutores, podría considerarse como un primer esbozo del cómic, de un nuevo modelo de representación narrativa. El mismo recurso aplica en una seria de viñetas realizadas en el «Álbum a la Villa del Durazno».
La pintura «El paso por el Ibicuy, o entrada en los pueblos de Misiones el 21 de abril de 1828» se encuentra dentro de las pinturas históricas más destacadas de Besnes e Irigoyen. La composición está realizada en varios planos que dialogan entre sí y en el centro de imagen la perspectiva triangular secuencia la acción con el paisaje de fondo que tiñe el cuadro de rojo y ocre, aportándole dramatismo a la escena.

Pasquines, lentes, barajas, plumas. 1927. Técnica mixta sobre papel.
La Mesa revuelta «Pasquines, lentes, barajas, plumas» de 1827 parece ser un caso aislado en su obra, en la que retoma el modelo barroco de la «Mesa Revuelta»; un conjunto de objetos con un significado alegórico en aparente desorden sobre un mesa, por lo general, desde una perspectiva cenital.
Besnes e Irigoyen llegó a estas tierras como Besné y las dejó con un legado que definió la producción pictórica. A medida que su obra se conoce y se realizan nuevos descubrimientos, su valor creativo y técnico aumenta proporcionalmente a su relevancia e influencia en artistas que lo sucedieron en la creación de una iconografía de la identidad nacional.
