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Entre las casas y el cielo

21 diciembre 2020

La Columna

Si no escalas la montaña, jamás podrás disfrutar del paisaje.
Pablo Neruda

Hubo un tiempo en la arquitectura de Montevideo en el que todos los edificios contaban con un solo piso, un solo nivel construido: es el tiempo de los ranchos de teja, a dos aguas, a veces con cubierta de grandes cueros extendidos sobre una estructura de madera. Se trata de los inicios del Montevideo colonial, durante la primera mitad del siglo XVIII.

Finalizando aquella centuria, nuestra arquitectura ingresa, sin embargo, en una fase muy distinta, producto del crecimiento económico fundado en la apertura comercial del puerto. Recordemos que, hasta 1776, Montevideo tenía, de hecho, un puerto que permitía la llegada de tropas militares, de civiles, de personal diverso cuya tarea era abastecer a la infraestructura de la corona… pero que no estaba abierto al comercio.

La creación del llamado Apostadero Naval de la Ciudad de Montevideo potencia aún más el movimiento, permitiendo el ingreso de buques mercantes y de la armada española en nuestro puerto, de modo que, hacia finales del siglo XVIII, la ciudad cuenta, ahora sí, con un gran desarrollo comercial concentrado en el área portuaria. La arquitectura se califica, entonces, en diseño, en materialidad, en elementos ornamentales y en componentes aportados por los distintos gremios de la construcción: carpinteros, herreros, pica porteros, marmolistas, etc.

Pero hay un rasgo muy importante, que surge en ésta época y tiene algo de excepcional. Muchas viviendas pasan a construirse en dos niveles, surge la cubierta de azotea y aparece, en el paisaje urbano, el mirador. Una construcción generalmente de base cuadrada que permite la salida a las azoteas y que cada vez es más amplia en su interior, permitiendo observar la ciudad, el mar y además, muy particularmente, el puerto.

Los miradores tienen sin duda una tradición constructiva muy vinculada a las ciudades con puerto. En Islas Canarias, por ejemplo, pero sobretodo en Cádiz y el puerto de Santa María, la emergencia del mirador, sobre todo en residencias de cierta jerarquía arquitectónica, se torna un elemento caracterizador, absolutamente determinante del nuevo skyline. hay, ahora, un «perfil aéreo» característico de las ciudades portuarias.

Evidentemente, existe detrás de esto una razón funcional. En los puertos españoles, estas nuevas arquitecturas estaban en manos de los llamados «capitanes de Indias», es decir, aquellos grandes operadores del comercio americano, cuyos palacios llegan hasta hoy. En Montevideo, los más importantes miradores pertenecerán a comerciantes que estaban bien atentos, desde allí, a la actividad náutica, controlando la llegada de los barcos con sus mercaderías.

Los miradores dieron espacio, a su vez, al uso de las azoteas, que poco a poco se tornaron escenarios de intercambio social y también de contemplación: espacios propicios para apreciar el paisaje, e incluso, la actividad militar. Hubo un tiempo en que, cual palcos privilegiados de la historia, los montevideanos presenciaron desde sus azoteas y miradores grandes batallas.

Obviamente, los miradores fueron un factor fundamental en la resolución formal de la arquitectura de nuestra ciudad. Algunos de ellos pueden verse, aún, en casas como la de Rivera, sede del Museo Histórico Nacional, ya en los tiempos de la República. Bien entrado el siglo XIX, azoteas y miradores proliferan con fuerza. Célebre es, sin duda, el mirador de la Torre de los Panoramas, donde residía Julio Herrera y Reissig.

Más adelante, en la arquitectura moderna, los miradores son distintos… devienen aleros sin paredes, que ofician de terminación superior, por ejemplo en zonas de playa. Se trata, en fin, de un proceso largo, que además de lo funcional tiene aristas poéticas, por decirlo de alguna manera, y cuyas metamorfosis, que se continúan, en modalidades renovada,s en la actualidad, lo hacen objeto de una investigación interesante y aún inconclusa.

 

 La sección «La Columna» de nuestro Blog tiene como punto de partida

el espacio homónimo, a cargo de Willy Rey, en el programa Paisaje Ciudad.

Para escuchar los programas, siga aquí.

Escrito por:
William Rey Ashfield
William Rey Ashfield