
El poder del verde
15 septiembre 2021
El año de 1930 constituye un año significativo en la historia y el imaginario colectivo del país. Entre las numerosas efemérides que pueden vincularse a aquel año, la del nacimiento de Leandro Silva Delgado – el paisajista uruguayo de más destacada trayectoria internacional – seguramente sea de las menos recordadas.
Leandro Silva Delgado nació un 28 de noviembre, en la litoraleña ciudad de Salto y allí vivió hasta su adolescencia teniendo, muy temprano, la oportunidad de explorar lo artístico de la mano de José Cuneo, autor de las famosas series pictóricas conocidas como Ranchos y Lunas. Finalizado el bachillerato, se mudó a Montevideo para comenzar sus estudios en la Facultad de Arquitectura continuando, en paralelo, su faceta como artista plástico. Reconocido como joven promesa, fue admitido en el Salón Nacional a los 22 años y seleccionado como pintor entre otros artistas uruguayos, para la Bienal de Arte de San Pablo.

Leandro Silva Delgado en su casa de Montevideo.
En dicha Bienal, Silva Delgado conoció a Roberto Burle Marx, uno de los máximos exponentes del paisajismo moderno. Durante el invierno de 1955, una pasantía en su taller en Río de Janeiro le permitió al salteño conocer de cerca a esta figura vanguardista, que conjugaba su pasión por la naturaleza -en especial la flora brasileña- con el dibujo y la pintura. De regreso en Uruguay, estaba claro el camino a seguir: Leandro Silva Delgado abandonó la carrera de arquitectura, convencido de que su vocación por la pintura debía complementarse con su amor por la jardinería. La conexión entre la pintura y el mundo de los jardines es una característica que el joven salteño tendría en común con el maestro brasileño, al igual que un profundo lazo de amistad.
A principios de los años sesenta Silva Delgado decidió emigrar a Europa buscando perfeccionar sus conocimientos. Obtuvo una beca para cursar sus estudios en la afamada École Nationale Supérieure d’Horticulture de Versalles, donde posteriormente trabajará como docente. Su estadía en Francia, además de permitirle formarse como paisajista y entablar contactos en el ámbito disciplinar, le posibilitó conocer algunas de las creaciones europeas más significativas: desde los jardines renacentistas italianos, hasta los parques de Inglaterra y Holanda.
La etapa formativa culminó con el encargo de un proyecto por parte del Servicio Técnico de Parques y Jardines del Ayuntamiento de París para el Parque Floral, en el corazón de uno de los principales espacios verdes de la capital francesa, el Bois de Vincennes. Junto a Jacques Sgard y Alain Provost, Leandro Silva Delgado materializó sus ideas en una composición paisajística que conjugaba grandes superficies de color, el aporte de la escultura y el modelado del suelo mediante movimientos de tierra cuyos efectos eran cuidadosamente estudiados.
El año 1969 marcó el final de la experiencia francesa. Motivado por el deseo de incursionar profesionalmente como paisajista en su país natal, Leandro Silva Delgado decidió retornar al Uruguay. Sin embargo, las circunstancias de aquel tiempo eran a todas luces desfavorables para tal emprendimiento. Luego de constatar lo inadecuado de su decisión, volvió a emigrar en busca de oportunidades para su realización personal y profesional. El destino fue Madrid. En la capital española Silva Delgado se encontró con las condiciones más propicias para desarrollar una carrera signada por una fuerza creadora que se habría de manifestar de múltiples maneras: proyectó más de 300 parques y jardines repartidos por el mundo, fue docente responsable de la formación de varias generaciones de paisajistas españoles y continuó explorando su veta artística en el ámbito de la pintura y el grabado.
Sin lugar a dudas, uno de sus trabajos más destacados y reconocidos fue la restauración del Real Jardín Botánico de Madrid. Situado en las inmediaciones del Museo de Ciencias Naturales -hoy Museo del Prado- y la Colina de las Ciencias, este terreno de 9 hectáreas y fuerte pendiente había sido concebido en 1780 bajo el reinado de Carlos III como lugar de cultivo y exhibición de las especies del nuevo mundo.
En 1977, luego de una serie de situaciones que llegaron a poner en duda, incluso, el destino de aquel espacio, se le encomendó a Silva Delgado un informe paisajístico. Este fue el primer paso de un proceso que se extendió por ocho años y que para el salteño implicó transformarse en un metódico investigador histórico, combinando trabajos arqueológicos con el rastreo de planos, grabados, cartas y cuanto material de archivo existiere sobre el antiguo jardín. Las investigaciones permitieron descubrir que, en 1875, se había querido transformar el sitio en un jardín inglés, cubriéndolo con una capa de casi 80 centímetros de tierra. Sucesivas fases de restauración permitieron recuperar, con una precisión y rigurosidad extrema, el trazado original del histórico Real Jardín Botánico, cuyas terrazas, senderos, canteros y fuentes hoy en día pueden apreciarse en todo su esplendor.
Entre sus numerosos encargos, el Parque Lineal de Palomeras en Vallecas, con sus 40 hectáreas, llama la atención por sus dimensiones. Aprovechando escombros del lugar, se generó un paisaje de colinas con senderos, espejos de agua, bosquecillos y composiciones con plantas autóctonas que oficia de tamiz entre un conjunto habitacional y una de las autopistas madrileñas con más intenso tráfico.

Jardines De Torre Picasso, Madrid
También los jardines de la Torre Picasso sobre el paseo de la Castellana, en el centro financiero de la capital española, merecen mención. Dado que no existía en este sitio urbano la posibilidad de plantar árboles o especies de grandes raíces, la propuesta paisajística combinó elementos de pavimento y piezas escultóricas, introduciendo la naturaleza a través de canteros y unas llamativas estructuras esféricas de metal como soportes de enredaderas.
En 1971, Silva Delgado y su mujer -Julia Casaravilla- decidieron comprar su casa en la ciudad de Segovia. Lo que inicialmente fue vivienda de fin de semana y taller artístico, con el paso del tiempo pasaría a ser la residencia permanente, rodeada de un extenso jardín experimental conocido como Romeral de San Marcos.

Mg 2896
Emplazado sobre una ladera con fuerte pendiente y unas vistas privilegiadas del histórico centro urbano, este singular lugar constituye la obra más personal del salteño, convirtiendo lo que había sido un huerto abandonado en un entorno a descubrir mediante todos los sentidos. Más de 300 especies conforman un mundo de colores, texturas y fragancias que se despliega en sucesivos espacios aterrazados y articulados por caminos, senderos y escaleras, todo dispuesto con gran sensibilidad para que cada rincón sea una experiencia sugerente y estimulante. El agua, que allí mana naturalmente de algunos manantiales, es utilizada en acequias y canalillos, evocando la rica tradición de la jardinería hispanoárabe.
Cuando se restableció la democracia en el Uruguay Silva Delgado pudo, finalmente, concretar trabajos en su país natal, lo cual le permitió viajar asiduamente de Madrid a Montevideo. Uno de sus primeros encargos fue asesorar al primer gobierno democrático en el reacondicionamiento de la estancia presidencial de Anchorena, en el departamento de Colonia. Un poco posterior, ya en Montevideo, su obra más destacada es el jardín del Museo Nacional de Artes Visuales, en cuyo proyecto también participó el arquitecto Fernando Fabiano.

Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo
Este jardín retoma elementos propios de la tradición hispanoárabe, con sus acequias –hoy eliminadas de manera injustificada- y su fuente central. El crecimiento de cuatro magníficos timbós, también conocidos como oreja de negro, definen un espacio de enorme disfrute para aquellos que visitan nuestra principal colección artística.
En Salto, a iniciativa de Isidra Solari, Silva Delgado había colaborado ya desde los años setenta en la restauración del histórico parque Solari, recuperando su diseño original, característico del paisajismo esteticista romántico del siglo XIX. En 1986 se puso la piedra fundamental del Jardín del Descubrimiento, proyectado por Silva Delgado para conmemorar los 500 años del descubrimiento de América. Ubicado en el cuadrante noroeste del Parque Solari, en un área de dos hectáreas prácticamente vacía, dicho jardín habría de albergar una gran variedad de especies traídas por los españoles al nuevo mundo, de acuerdo a un diseño que incluía una nivelación de terreno, acompañada de un largo canal central revestido de azulejos.

Parque Del Descubrimiento, Salto
El legado de Silva Delgado en su Salto natal nunca se completó totalmente. Un merecido reconocimiento sería quizá, que el jardín que actualmente lleva su nombre pueda lucir, algún día, tal como él se lo había imaginado.
Imagen destacada: Parque Lineal de Palomeras en Vallecas, Madrid
