
Azulejos modernistas
29 octubre 2021
Transformaciones en la Belle Époque
Muchas veces, el término Art Nouveau se aplica en forma genérica para identificar aquellos diseños concebidos entre la última década del siglo XIX y el comienzo de la primera guerra mundial. Formas orgánicas provenientes de la naturaleza —fundamentalmente fauna terrestre y marina, así como distintas especies vegetales—aportaron ideas a la creación artística de distintos especialistas en cristales, cerámica y azulejería, carpintería, herrería, orfebrería y mobiliario. Sin embargo, Art Nouveau es la expresión que identifica, exclusivamente, a aquellos diseños concebidos en la Bélgica del mismo período, reservándose otros términos como Liberty para ejemplos análogos realizados en Italia; o bien el de Modernismo Catalán cuando se trata de trabajos correspondientes a esa región española. Por esta razón es que preferimos utilizar el término modernista, palabra más inclusiva que incorpora otras experiencias europeas, entre las que también vale la pena citar la escuela artística de Glasgow o el Jugendstil alemán.
Esta corriente modernista tuvo especial incidencia en el campo de la arquitectura, marco al que incorporaron sus trabajos múltiples artesanos y artistas. Bélgica es —a través de la obra de arquitectos como Víctor Horta y H. van de Velde— un ámbito pionero respecto de esta experiencia y quizá por eso el nombre allí adquirido se utilice en forma tan genérica. Es interesante constatar que el interés por el color reimpuso el gusto por los azulejos, los que habían perdido su espacio en la arquitectura europea al iniciarse la segunda mitad del siglo XIX.
En Uruguay, el modernismo arquitectónico debe verse como un capítulo particular dentro de la experiencia ecléctica, ya que en muchos de sus ejemplos es posible identificar una urdimbre de diferentes referencias formales, muchas de las cuales provienen de distintos orígenes modernistas y, en otros casos, se combinan con componentes de carácter historicista.
En materia de azulejos, la presencia de estas piezas modernistas en la arquitectura nacional comienza ya en los últimos años del siglo XIX, estando presentes tanto en sus espacios interiores como exteriores. En relación a los primeros, fue frecuente en ámbitos de ingreso o zaguanes —generalmente formando zócalos de un metro de alto, aproximadamente—, en patios abiertos o cerrados, en baños y en cocinas. Pero dado el carácter decorativo es más común su identificación en patios y zaguanes que en espacios interiores de servicio. Particularmente interesante resultan los azulejos ubicados en el ingreso a la Quinta de Santos, en la avenida Instrucciones, aunque se trata de un revestimiento posterior a la construcción de la casa.

Bar Misiones, año 1917
En cuanto al ámbito exterior, los azulejos modernistas pueden aparecer en la propia fachada edilicia —será frecuente en muchos países europeos revestir frentes correspondientes a comercios o edificios de carácter público— o sobre muros divisorios con la calle y portones de entrada. De los primeros, resulta un ejemplo muy particular el llamado Bar Misiones —ubicado en la esquina de las calles 25 de mayo y Misiones—, que fuera concebido en 1907. Más restringida es la presencia del azulejo en la fachada de la vivienda proyectada por el arquitecto Juan Tosi para el Presidente Claudio Williman, en la esquina de Av. Brasil y Ellauri. Allí se identifica una combinación de azulejos y piezas de formas particulares –a manera de flores policromadas-, además de piezas que se incorporan a los pilones estructuradores de las rejas, ubicados en el límite del predio.

Detalle del Mirador de la Quinta de Williman
Es particularmente característico del azulejo modernista la presencia del relieve, aun cuando existieron ejemplos de superficies absolutamente lisas. En cuanto a sus tamaños y técnicas decorativas, la variedad también es grande, pero es posible afirmar que la medida 15X15 cm es la más frecuente de encontrar; en el caso de las guardas, se utilizaron de manera más frecuente piezas de 7,5 X7,5 cm. Las marcas identificadas son también muchas: Aubagne y Montereau (francesa), Utzschneider&Co. (alemana y francesa), T&R Boote (inglesa), Maw&Co. (inglesa), Manufactures Céramiques D´Hemixem, Guillot Fréres (belga), Rako (checoslovaca). De todas ellas podemos encontrar ejemplos en Uruguay, pero para identificarlas es necesario analizar el reverso del azulejo porque allí se fijaba el impreso del mismo.
La presencia del azulejo en la arquitectura puede entenderse a partir de dos roles fundamentales: uno operativo y otro decorativo. Importante función cumple el azulejo en áreas húmedas o afectadas por procesos de cocción, como en las cocinas; lo mismo sucede en ingresos donde el espacio comprendido entre puerta principal y puerta-cancel recibe cambios ambientales o bien en patios donde la afectación de la lluvia y el salpicado continuo exigen una higiene sostenida hasta cierta altura de pared. El revestimiento de azulejo vino a resolver estas cuestiones prácticas, al tiempo que agregó valor visual a la decoración de una arquitectura que, hacia comienzos del siglo XX, ganaría en policromía a través de este componente y también de otros como el vitral, los papeles y las telas adheridas a la pared.
En pocos casos, como en el modernismo de comienzos de siglo xx, el diseño alcanzará una integridad tan alta como la que dio lugar a una verdadera empatía entre arquitectura y decoración. El azulejo no estará entonces ajeno a ese encuentro de tendencias en el diseño y para eso el mercado nacional dispondrá de variadas marcas de diversas procedencias.
Para ver buenos y diferentes ejemplos de estos productos, se recomienda una visita al Museo del Azulejo, institución que contiene un interesante acervo, en el que se destaca —y muy especialmente— la producción modernista.

Azulejos modernistas que forman ilustración en el Museo del Azulejo.
