Abrazar el cambio
08 julio 2022
Con Antonio Sausys, experto en yoga y duelo
Vivir un proceso de duelo es una de las circunstancias más comunes e inevitables de la vida. Muchas culturas tienen rituales que ayudan a confortar a los dolientes y se dice que el tiempo “cura todo”. Sin embargo, muchas veces el proceso de duelo no se completa bien y la persona puede arrastrar desórdenes físicos, mentales o emocionales que le afectan seriamente su existencia. Suele ocurrir que se minimiza muchas veces este tipo de situaciones o que no están bien registradas en el sistema de salud. En general, la gente evita abordar el tema del duelo. El solo vocablo genera resistencia y pareciera que se refiriera solamente a la muerte de un ser querido. En realidad, el duelo debe hacerse cuando se pierde algo a lo cual uno estaba apegado: una persona, una relación, una casa que se incendia, un estado del ser como la inocencia y la confianza en el caso de que se violenten. El dolor crea muchas veces desarmonía física y mental. Dado que el cuerpo y la mente están unidos, que se influyen mutuamente, es posible beneficiarse de terapias que combinan un trabajo de apoyo psicológico con el manejo del cuerpo y el espíritu (o alma o aquello intangible que sabemos que existe, pero no sabemos definir).
Antonio Sausys es psicólogo somático y terapeuta de yoga. Uruguayo, afincado en la bahía de California desde hace años, trabaja con pacientes en forma individual y grupal, en muchos casos bajo la modalidad de retiro, con la finalidad de controlar los síntomas físicos del dolor para poder acceder a los sentimientos y la información inherentes a ese proceso. Sausys entiende que el dolor es uno de los recursos del autoconocimiento menos explotado. La idea es develar ese conocimiento en aras de la autotransformación y de poder trascender el dolor. “Solamente hacemos duelo por aquello a lo cual estábamos apegados y, como nos identificamos con nuestros apegos, la pérdida ofrece una posibilidad profunda de re-identificación, de conectar con quien realmente somos”, explica mientras toma una limonada en una cafetería de Pocitos durante su breve estadía en Montevideo.
Luego de recibirse de psicólogo en Uruguay, Antonio estudió en el Instituto Kiron de Buenos Aires, donde aprendió la filosofía de Wilhelm Reich vinculada al cuerpo y las neurosis. Al mismo tiempo, se formaba como instructor de yoga, recibiendo las enseñanzas de distintos maestros, en especial de Lyn Prachant, una reconocida yogui y tanatóloga. En paralelo estudió reiki, reflexología y masaje sueco terapéutico. Paulatinamente fue descubriendo la relación clave que existe entre la psicoterapia moderna orientada al cuerpo y las antiguas enseñanzas del yoga. Así, fue integrando las mejores prácticas de ambos mundos y creó una rutina personal de práctica que integra la mente, el cuerpo y el espíritu para abrazar la experiencia de la vida.
Hoy día, aparte de dar cursos, tiene un programa de radio en IamHealthyradio y conduce y produce el programa televisivo YogiViews. Su trabajo se presenta con periodicidad en distintos ashrams (centros de retiro espiritual), en Kripalu U.C. Berkeley, en el Instituto de California de Estudios Integrales y en institutos de yoga.
–¿Cómo es que llega a combinar el yoga y la psicología?
Estaba estudiando para ser psicólogo cuando llegué al yoga. Ahora que miro para atrás veo que no hay tanta diferencia entre una cosa y la otra. Una ciencia que está dedicada al autoconocimiento es terapéutica. La psicología ha incorporado muy bien a la mente y al cuerpo. El yoga le agrega el aspecto espiritual, que es lo más importante.
–¿Cómo se combinan?
Usamos el cuerpo como instrumento de diagnóstico y como campo de operación para el cambio. Cuando nos queremos defender de estímulos que son desagradables, intolerables o inaceptables, creamos una coraza de tensión y rigidez en el cuerpo para no acceder a la vivencia. Los psicólogos somáticos usamos protocolos estandarizados para mover la coraza. Yo creé un protocolo que además de usar el cuerpo incluye el yoga entero porque es muy importante que el espíritu esté incluido. Lo que más me interesa no son tanto los síntomas del duelo, el estado en sí del duelo, sino cómo nos identificamos a través de los apegos. Cuando aquello a lo que estamos apegados se va –y todo se va, todo es impermanente–, se lleva parte de la identidad. Y entonces, ¿quién es la persona que sigue viviendo? Se da una oportunidad de reidentificación y eso es lo que a mí me apasiona: la reidentificación que sigue a un proceso de duelo. Ver quién es uno realmente. Y qué mejor que el yoga para informarte de quién eres. Ese es el trabajo que hago.
–¿Cómo trabaja?
Lo hago de diferentes maneras. En grupos, en retiros de tres o cinco días. Ofrezco sesiones donde la gente viene tres horas todas las semanas, por dos meses. También trabajo individualmente en mi oficina. El 70% de mi trabajo es por Internet, con gente de distintas partes del mundo. Trabajo con el cuerpo, la imagen me agrega una posibilidad que es muy importante. La serie que creé para trabajar con las personas que consultan se comporta como una curva de Gauss, como una campana. Al principio empieza suave, crea las condiciones a través de un ejercicio para aceptar la totalidad de la experiencia de la vida. Mueve la energía adentro para que el contenido interior se empiece a mover. A través de un ejercicio que creé con aportes de la bioenergética, de la psicología somática, de la medicina china y del kundalini yoga, traemos los sentimientos a la superficie del cuerpo. Y, luego de ese punto, viene la descarga para darle salida a los sentimientos negativos o los positivos que no pueden proyectarse.
–¿Cómo surgió el interés por estos temas? ¿Cómo influye la historia personal?
Cuando tenía 19 años mi madre murió por un derrame cerebral en una discusión con mi padre. Y yo que no me llevaba bien con mi papá… me desconecté. Tenía como una perillita que apagaba, como que no sufría, estuve dos años así. Y al final de esos dos años, me salió una calcificación donde se junta una costilla con el esternón. No supieron decirme bien qué era. Yo me di cuenta de que lo que yo no había podido integrar bien con mi mente y mi corazón, el cuerpo me había ayudado, había reclamado mi atención. Ahí fue cuando me metí en la psicología somática. Después que ya era psicólogo, me encontré con quien sería mi maestra, Lyn Prachant, que es del área de donde vivo ahora, la bahía de San Francisco. La conocí en Buenos Aires, abrió un spa en Manantiales y me invitó a dar clases ahí. Me pidió que creara una rutina de yoga para aliviar los síntomas del duelo. Y en ese momento mi huesito dijo: ella sabe quién soy, sabe de qué estoy hablando. Después de conocerla, la seguí, me formé con ella, me acercó al campo de los estudios de la muerte, el hecho de cómo influye en lo físico. No se hablaba de eso. Nunca había escuchado que el duelo era físico, tiene tantos síntomas que es increíble.
–¿Qué puede hacer la persona en esa situación?
Primero, entender que es normal. Que así de duro y horrible, es normal. Que es un proceso, y que si bien es cierto que es algo que cambia con el tiempo, no es el tiempo el que lo cambia sino lo que uno hace. Como todo proceso tiene pasos y uno se puede abocar a encontrar los pasos. Yo sigo un modelo particular que da cuatro tareas. Estas son:
- Aceptar la realidad emocional de la pérdida. Aceptar que es real. Por ejemplo: Aceptar que te separaste, que no vas a volver con tu pareja. Se casó con otra, se terminó. Aceptar el final.
- Procesar el dolor. Hacer algo con él. Generalmente el dolor viene en sentimientos y los cuatro sentimientos más claros son la tristeza, la ira, la culpa y la ansiedad. Procesar los sentimientos.
- Adaptarse a la realidad en la que aquello a lo que estabas apegado falta. Tiene tres niveles: interno, externo y espiritual. Para muchas personas el duelo es el comienzo de un camino espiritual. Para otras es el fin de un camino espiritual. ¿Cómo se trabaja el desapego? Se practica, como todo en la vida. La vida sucede en la vida.
- La cuarta tarea del duelo es encontrar una conexión duradera con la persona que ya no está mientras uno se embarca en una nueva vida. Cuando la gente muere quedan tejidos en el tapiz de tu corazón, hay un lazo, el vínculo continúa. Nada se crea, nada se destruye, todo se transforma. El amor permanece. El arte del duelo es ir de amar en presencia a amar en ausencia.
En el duelo, lo que se nos está mostrando es que todo es impermanente. ¿Para qué apegarnos si todo se va a ir? La intensidad del duelo denota la importancia de la lección para cada uno, para la humanidad. El dolor está porque estamos apegados. Queremos que la persona se quede para nuestro bienestar. “El duelo es el precio que pagamos por el amor”, decía la reina Isabel de Inglaterra. No, el duelo es el precio por el apego, dice el yoga. Lo que propongo es generar un apego desapegado. Es decir, apegate, es humano… pero mantené la conciencia feroz de que aquello a lo que estás apegado se va a ir. Esto me ha dado muy buenos resultados a mí y a la gente con la que trabajo. Te ayuda a estar presente y a contar con la incertidumbre. Saber que lo único cierto es este momento que tenemos te ayuda a valorar las relaciones también.